Los nervios periféricos salen del sistema nervioso central de forma muy organizada y anatómicamente precisa. Así, los que nacen del encéfalo (sistema nervioso central alojado en el cráneo) se denominan nervios o pares craneales. Se llaman pares por salir de dos en dos y de forma simétrica. Inervan los órganos y estructuras anatómicas de la cabeza, controlando funciones tan importantes como la visión y movimiento de los ojos, oído y equilibrio, manejo de la boca, garganta y lengua, gusto, olfato y todos los gestos de la cara, entre otras funciones más.
Los nervios que nacen de la médula espinal (sistema nervioso central alojado en la columna vertebral) se denominan nervios raquídeos, de raquis=columna vertebral. Salen por los espacios comprendidos entre las vértebras y van a inervar principalmente a todos los músculos, articulaciones, huesos y demás estructuras que recubren y conforman el tronco y extremidades del cuerpo.
Cada nervio periférico lleva una información (motora o sensitiva) correspondiente a una zona concreta. En general, los nervios más periféricos llevan ambos mensajes, de movimiento activo o de sensación según el sentido de la corriente de impulsos. Forman así los llamados arcos reflejos, en las raíces de la médula espinal, como los que controlan la postura corporal y algunos instintos defensivos. En los arcos reflejos medulares la función nerviosa no necesita pasar por el cerebro, se rige desde la propia médula. Por ejemplo, es muy conocido el reflejo medido por el neurólogo cuando golpea la rodilla y provoca una extensión de la pierna. La respuesta ocurre de forma inconsciente y automática: el golpe dado sobre el tendón del cuádriceps (músculo extensor de la pierna) en la rodilla tensando ligeramente el músculo. Esto provoca un estímulo nervioso sensitivo que llega a la médula, la cual lo refleja con un impulso nervioso motor que provoca la contracción compensadora del músculo, y por consiguiente la extensión de la pierna.