El cuerpo es un gran transmisor de mensajes, y adopta una posición de una manera u otra, según el humor del sujeto, de su carácter y de lo que sienta por la persona que le acompaña.
Una persona mantiene su cuerpo a una distancia de 45 o 60 centímetros del sujeto con el que habla, distancia que es denominada la burbuja personal y que parece que todos consideramos como territorio sagrado, siendo incómodo el que alguien intente invadirlo. No nos importa que ese alguien sea una persona en la que confiamos, pero si se nos acerca demasiado un extraño, indicaremos a través del lenguaje no verbal, que tal conducta nos desagrada (mediante una mirada fría, echándonos hacia atrás, hundiéndonos en el sillón, cruzando las piernas y brazos como formando una barrera o estirando mucho el cuello). Tales movimientos indicarán a nuestro acompañante que nos agradaría que se alejara al menos un poco de nosotros.
El rostro también indica sentimientos y pensamientos (expresiones, gestos, miradas…). Los ojos son un elemento crucial de comunicación, pues sólo el hecho mirar a alguien indica que existe un interés hacia tal persona y la mirada puede ser vital para las etapas iniciales de una amistad.
El saber que estamos siendo observados ante otras personas, hace que nos sintamos vulnerables, expuestos a la opinión ajena. Si dos personas no se conocen mucho, tienden a no cruzar la mirada. También esto ocurre cuando un sujeto de status social más alto habla con uno de un status más bajo.
Los ojos pueden expresar la forma de ser de una persona: un sujeto que mire hacia el suelo todo el tiempo, es probablemente tímido, inseguro…, y el mirar directamente a los ojos indica la necesidad de afecto o gran seguridad en sí mismo. La mirada también revela muchos sentimientos sexuales, como por ejemplo en la dilatación de las pupilas cuando a alguien observa a otra persona que le atrae. El tamaño de la pupila también expresa nuestros gustos en cuanto a lo que oímos y olemos (habrá dilatación al oír una melodía hermosa o cuando comemos algo rico).